Cuando hablamos de “Literatura Medieval” nos estamos refiriendo al conjunto de obras con valor literario que fueron escritas durante la Edad Media y, principal aunque no únicamente, en Europa. O lo que es lo mismo, estamos haciendo una segmentación tanto temporal como, aunque en menor medida, espacial. Literatura medieval es, de este modo, la que es escribió desde la caída del Imperio Romano hasta la llegada del Renacimiento, un espacio de tiempo de aproximadamente mil años. Especialmente este concepto abarca la literatura producida en lo que hoy es Europa: el ámbito mediterráneo, Francia, Alemania, Europa del Este, Escandinavia y las Islas Británicas, en términos generales.
Tal cantidad de tiempo y espacio hace casi imposible hablar con precisión de la literatura medieval sin caer en simplificaciones y generalidades. Es por ello que se hace necesario una mínima categorización y una cierta división de las obras por su tipología, por su lenguaje y por su origen.
Para empezar, diremos que al contrario que en nuestra época, la literatura medieval era frecuentemente de autoría anónima. La autoría, en sí misma, era mucho menos importante que ahora. Lo que era importante en la Edad Media era la obra, y no el autor. Éstos, muchas veces, se limitaban a re-escribir historias, embellecer leyendas y honrar a los autores clásicos o los Padres de la Iglesia. Poco se sabe pues, de autores individuales del Medievo.
Si hemos de dividir la literatura medieval de alguna manera, lo mejor es distinguir entre literatura profana y literatura religiosa.
La literatura religiosa fue la dominante, lo que no sorprende en una época en la que los estudios más frecuentes eran de orden teológico y el clero católico era el centro de la vida intelectual. Himnos litúrgicos, leyendas y vidas de santos (llamadas hagiografías) y comentarios de la Biblia fueron los géneros más ensayados.
Por otra parte, la literatura profana, sin ser tan productiva como la religiosa, mantuvo un digno papel secundario. Esta literatura fue hermana del despertar de las lenguas romances, y el tema del amor cortés fue tal vez el más repetido. Los poemas épicos, así como los cantares de gesta, le siguieron en popularidad y brindaron de hecho algunas obras inolvidables, tales como el “Beowulf”, el “Cantar de los nibelungos” o el “Cantar del Mío Cid”.
La escritura política creció de forma importante sobre todo en la Baja Edad Media y principalmente en las ciudades-república italianas. La literatura de viajes, muchas veces relacionada con las peregrinaciones y por tanto entroncada con la literatura religiosa, alcanzó también una gran popularidad.
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